El niño
Daniel Monzón consigue una imagen y un montaje espectaculares. El odioso ruido del helicóptero, el fuerte vaivén del agua, así como sus geniales tomas; te hacen sentir que estás en medio de una persecución.
Un fantástico thriller que nos muestra las dos caras del tráfico de hachís, la de la policía y la de los traficantes, donde los personajes principales no son buenos ni malos, sino personas. Queda aquí patente la inocencia de aquellos que empiezan en el negocio de las droga y no son conscientes de donde se están metiendo.
Una buena representación de como funciona la jerarquía de los traficantes y del funcionamiento del sistema policial para atraparlos. Un mundo, en el que detener el que está arriba en la pirámide parece imposible, siendo alcanzables solamente los que hacen el trabajo sucio.
Su reflexión sobre la oscuridad que hay detrás de un porro de hachís te dejará perplejo e indignado. Un film, que a pesar de tener muchas escenas de persecución, es también muy psicológico con unas grandes interpretaciones que agrandan aún más la calidad de la película.
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